Por: Sofía García
Año
5678, los humanos destruyeron los recursos del
planeta Tierra y ahora viven en otros planetas. En júpiter había una
familia que tenía un robot llamado Sakí, los robots ahora pueden pensar sin
romper las tres leyes de la robótica y él quería ser un doctor, pero sus dueños
no lo dejaban, así que él estudiaba a escondidas de sus dueños.
Pero
un triste día lo descubrieron, lo querían matar, así que él corrió y escapó
para que no lo alcanzaran. Llegó a otro planeta y ese era mejor, pues ahí podía
ser lo que él quisiera, así que se fue a estudiar, pero todo robot tiene que
tener un dueño.
Lo
raptaron pero no los oficiales sino los delincuentes. Ellos lo llevaron a
concursos de peleas robóticas, pero había una mujer que le tenía un mayor
afecto. Él la llamaba mamá. Ella le enseño a escribir y a leer, pero unos años
después sacaron una línea de robots policías, así que lo entregaron.
Él
empezó a tener sentimientos pues se sentía muy triste, lo separaron de su
amistad y en la guardia le enseñaron a combatir y a detectar bombas. En ese
planeta los robots no tenían cerebro y Sakí
le dijo a su oficial que él quería estudiar medicina. El oficial cogió una arma
y le dijo “mata a la persona que te enseño todo eso y serás libre”.
El
robot no podía hacer eso pero el policía le había quitado los sentimientos y él
sin miedo fue a donde estaba su mamá en las peleas robóticas y cuando la mujer lo
vio dijo: “Sakí volviste” y el robot se sintió triste.
Recuperó
sus sentimientos y ella le presentó a su hijo llamado Jerónimo. Éste le enseñó
medicina, aprendió todo lo necesario. Cuando llegó a la clínica pudo ser
enfermero. Continuó con sus estudios ascendió y se convirtió en un médico muy
famoso y con mucho dinero, así que él ayudó a un montón de fundaciones y
personas necesitadas y salió en revistas. Una de ellas, la más importante,
llamada ‘Somos Robot’.
Siguió
así por mucho tiempo. Para el año 5876 su motor empezó a fallar y descubrió que
sus circuitos en las peleas le habían dañado piezas que nadie nunca pudo
reparar. Así termino la historia de Sakí.
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